"A las cosas hay que vivirlas"

Esto suelen decir las personas que no leen. Como si leer -y vivir- fueran cosas distintas.

No diré aquí que quién lee un libro lee mil vidas. Ni que los grandes escritores de la humanidad nos han dejado cosas que es conveniente saber.

Eso... te lo dejo a tí. Para que lo descubras. Para que tú mismo puedas decir: hoy hablé con Aristóteles, y me salvó la vida. Hoy le hice caso a Buda. Hoy comulgué con Jesús.

Hoy tengo una vida más íntegra gracias a Confucio. Hoy Esopo me salvó de equivocarme. Hoy (Fulano) me enseñó una verdad que es conveniente saber. Gracias a ella fuí e hice mejores personas a mí y mi entorno.

Todo eso te lo dejo a tí. Es lo más lindo de la vida. Saber que no estamos solos, y que los libros no están para nada. Si tienes la humildad de agachar la cabeza y leerlos, ya todas estas cosas las disfrutarás con toda tu alma.

Me basta con describirte a la gente que no lee; es gente que critica a los demás. Critica, porque no puede participar de sus conversaciones adultas. Puede hacer preguntas, sí, pero no participar realmente. No aportar nada de verdadera importancia.

Pregunta sobre números (¿Cuánto...?, ¿Qué edad tiene...?, ¿Cuánto gana...?, ¿Cuándo se recibió...?) porque su cerebro mismo está buscando un norte. No hay modo más evidente de ver cómo una persona busca desesperadamente un norte, que mediante estas preguntas típicas "de hemisferio izquierdo".

No pueden participar de la conversación, adulta y enaltecedoramente, porque son negativ@s, porque no se han dignado a leer y a informarse durante mucho tiempo. Aún sabiendo más que las demás, a fuerza de dialogar (vanamente) sobre todo, ellas sienten (y saben) que el conocimiento es algo que se les negó; que se negaron ellas mismas.

¡A avivarse!, que no estás haciéndote mejor interlocutor conforme pasen los minutos...

...ni mejor ser humano, sólo porque te creas ya demasiado importante como para leer.