La vida moderna es muy exigente, aunque parezca tener resueltas muchas cosas. Cierto es que cualquiera vive como un rey del pasado, pero ¿a qué precio?: una vida agitada que nos sobre-exige sin tregua.
En la antiguedad las vidas eran difíciles, pero no tanto así por lo agitadas. Habían otros problemas: enfermedades, laboriosidades extremas... pero calmas. La paciente y aletargada labranza de los campos es un ejemplo perfecto.
Hoy la rueda de la producción se ha invertido, y sólo 1 persona alimenta a 10; era al revés hasta hace poco. El industrialismo revolucionó todo. La tecnología. A ella servimos, y llegamos a adquirir sus propios ritmos:
Nos sirve también a nosotros, claro, pero a precio de adquirir los ritmos suyos. Y cuanto más cómodos estemos, será peor. Cuanto más cubiertos en nuestras necesidades fundamentales, más corriendo sin embargo por otras añadidas, sin percatarnos de cuán extrañas pueden ser.
¡A avivarse!, que el dinero es un medio, nunca fin...
...como fin te pone enseguida a vivir mal.

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